Sueño que aún estás, que no te has ido, y me pongo a buscarte en los caminos que paseamos juntos en otros tiempos y cuando me regreso vuelvo a soñar con que te encuentro, y que volverás.   Y si es que vuelves, con las brasas que queden, arderá el fuego y al calor de la hoguera las manos extendidas calentarán la piel y nuestro corazón y al final de la noche con luz de un día nuevo, no habrá reproches   ni letanías, ni contener suspiros que se los lleva el viento, y aunque sea mi sueño verte volver, vuelve si quieres, no vuelvas si tú no lo deseas, deja el tiempo correr. que el tiempo, ese viejito sabio, todo lo arregla.     CONCHA BELMONTE         julio de 2.020

           Acabo de asomarme a la ventana, necesito hablar de mis problemas y como confidente busco la luna llena. Luna, quizás seas tú quien me hace falta,   puedo contarte luna, aunque quizás tú ya lo sepas, porque desde ahí arriba poco se escapa a lo que nadie ha visto, y es tu mirada que siento aquí muy dentro y a mi alma llega,   y desborda y arrolla como la gran riada de un río caudaloso que todo anega y a su paso furioso nunca da tregua para poner a salvo lo que   él arrasa.   Luna   envíame tu rayo a iluminar mi pena y desde mi ventana llamo a tu puerta esperando el consuelo, aún sin palabras, y tu clemente luz será la prueba.                                           CONCHA BELMONTE ...

      Nadie me abrazó nunca como me abrazas tú Nada consuela tanto como tu abrazo, Nadie serena mi alma como tu canto Nada como tu brisa sabe mover mi pelo, Nadie como tus aguas calma mi anhelo Nada como tu fuerza me da consuelo, Nadie puede ofrecerme tu belleza y virtud.   Y aquí sentada en esta roca, contemplo amanecer Y te pido un deseo, que quizás ya conoces, Que cuando llegue el día que mi vida se acabe En memoria de este amor que te tengo Mi mortaja y mi tumba seas a la vez Y para siempre yo esté en tu seno, Y en tus aguas para siempre mi carne Diluida pueda yacer.     CONCHA BELMONTE     noviembre de 2.020

      Sueño con el mar. Casi siempre mis pasos hasta el mar me llevan y a su vista y a sus pies, mi alma se serena. Cuando tengo una pena se la cuento al mar, una dulce alegría la comparto con él. Y a mis melancolías, el mar les pone siempre un granito de sal. Hoy, sentada a su vista y a sus pies, en oración al   Destino le pido este deseo: déjame oh Destino, que cuando llegue el día, mis cenizas reposen para siempre en su seno.           CONCHA BELMONTE             mayo de 2.018

  Se querían? No, sólo creían quererse; compartían? No, sólo decían hacerlo. Cada día, una historia distinta, cada noche, siempre la misma historia. Suspiros resignados, vagos recelos. Y en medio de la noche, vuelta hacia la pared, para no seguir viendo aquella espalda ajena de animal dormido y satisfecho, mientras ahoga un sollozo, ella se dice: esto no es el amor, Señor, no es esto. CONCHA BELMONTE marzo de 2.008