No sé si el mar o un sueño, me escupió en la arena, pero aún tuve tiempo de recordar o de soñar, aunque no esté segura si era sueño o recuerdo, aquello que vivía: Había una gaviota que quería que volara con ella; había también una bella caracola y una rama de coral, y muchas conchas de nácar y una anémona de mar y un pequeño caballito, como un juguete marino, que me invitaba a nadar en su mar color cobalto. Tan leve, tan transparente, sólo agua, sólo sal, todo luz que reverbera con su oleaje tranquilo, ola tras ola, tras ola, su cresta de espuma blanca mecía mi cuerpo dormido en su túnica de agua. Y una cabellera de algas acariciaba mis brazos, con un lento movimiento y el suave roce del mar; gotas de luz que llovían desde un sol amaneciendo, hacían de esta maravilla una gema refulgente, exclusivamente mía. Y una diadema de espuma brillando sobre mi frente, con un gran deslumbramiento, me adormeció un poco más; y el mar ...