AMANECER EN MATALASCAÑAS

 


 Amanece con grises perlados en toda su gama,

el mar es de plata y el cielo de nácar,

con nubes ligeras, como tenues gasas.

Y entre el mar y el cielo, una fina franja

de un rubor rosado

que anuncia que el sol está cerca.

El aire se llena de aroma a marisma,

y por un instante,

la paz y la gloria señorean la tierra.

Un pequeño arco de fuego se asoma

del borde del agua en el horizonte,

subiendo despacio hacia el cielo,

hasta que se hace círculo de fuego

que alumbra y calienta, como cada día,

todo lo que alienta abajo en el suelo.

Y el alma se expande,

 y el aire parece mucho más ligero.

 

 

   CONCHA BELMONTE

       febrero de 2.009

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