SIN BRAZOS NI MANOS
Una mañana me desperté sin brazos ni manos,
como debió pasarle a la Venus de Milo,
la diosa del amor y la belleza, al filo
de un pedazo de mármol, sueño de algún humano
creador de hermosuras de piedra.
A Venus poco le va a importar que el tiempo
deje sin brazos y sin manos a su réplica en la Tierra,
ella, desde el Olimpo, si quiere acariciar a Zeus,
a su hija Alegría o al travieso Eros,
le bastará con el deseo.
Yo, pobre de mí, ni divina, ni de mármol,
mis brazos y estas manos hechas de carne y hueso,
y sus venas que transportan la sangre
desde la punta de mis dedos hasta mi corazón.
Mis manos, esos pequeños árboles,
con tronco que sostiene cinco ramas pequeñas
y su savia que llega hasta mi corazón,
son el cauce que lleva a la gente que quiero,
disuelto y bien revuelto con la paz, la ternura y el amor,
segura como estoy que lo tengo a raudales.
CONCHA BELMONTE
julio de 2.019
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