UNA ROSA

Me convertiste por amor en una rosa de pétalos quemados, mi flor de juventud que pudo ser dichosa se consumió en tus manos como una sombra triste, doliente y ruinosa inmolada en el ara de un dios taimado. Por suerte no hay nada que resista al tiempo, y hoy eres un mal recuerdo condenado al olvido. En tu daño me pierdo y mis espinas clavo sólo en mi corazón que sigue vivo y está dispuesto siempre para seguir amando lo que el mundo le ofrece, inmune al desengaño. CONCHA BELMONTE septiembre de 2.019