TESOROS OCULTOS
Cada mañana, vivo en soledad mi amanecida
y sola me rescato de la noche;
y sola, miro de frente el nuevo día.
Paseo por mis recuerdos
como por una calle conocida
y sólo a mi capricho, mezclo recuerdos y futuro;
y sin saber por qué,
siento que no estoy sola y siento que soy rica;
y como un viejo avaro recuento mis tesoros.
Tengo, para mí sola, dulces recuerdos
que lucen como gemas amarillas,
suaves, mullidos, que viajan y acarician;
y nubes en el cielo, que como al escondite,
juguetonas me dejan el azul al descubierto;
y presente el enigma verde-azul de aquellos ojos
que marcaron mi vida.
Y dos blancas palomas que se arrullan al borde del alero;
mientras abajo, a ras del suelo hay, pienso
que sólo para que yo los mire,
niños de mirada inocente,
que juegan confiados el juego de la vida
y me están regalando con sus risas
el oro pálido de su ingenua alegría.
Y un árbol bajo mi ventana que tiene hermosa sombra
y tiernas ramas verdes y pequeñas,
con vocación de flecos de mantón de Manila,
de balanceos rumorosos al paso de la brisa.
Y un tiesto de geranios con flores, de un rojo tan
intenso
que parecen gotas de sangre fresca,
puestas en
ramillete por las manos de un genio.
Y un misterioso perro triste con ojos de color violeta,
que me mira sumiso y parece que espera
tal vez una caricia, pero temo
que si alargo la mano, mi gesto lo disuelva.
Y allá en el horizonte tengo mi gran tesoro:
el mar al que la luna pone su cabrilleo de oro,
es el mar de mi infancia, con todos los azules,
el de mis horas bajas, con grises de tormenta,
y el de mis días mejores, luminoso y caliente,
de doradas arenas y aguas transparentes;
y es el de mis nostalgias, en mañanas serenas,
con piar de gaviotas y la sal en la piel,
y ese airecillo fresco que mueve mi melena.
Y con los colores de mis sentimientos
Formo un arco iris para mi disfrute.
Con toda codicia, como un
usurero,
lo escondo en el fondo de mi pensamiento.
CONCHA BELMONTE
enero 2.009
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