OTRA VEZ SÁBADO 26 DE OCTUBRE


OTRA VEZ SÁBADO.-26 de octubre de 2.019


Esta semana que está terminando me ha proporcionado bastante material de reflexión. Si consigo frenar un poco mis impulsos, quizás y sólo quizás, consiga hacerme y hacer a quienes me lean, un esbozo razonable sobre ciertos hechos, a los que doy de antemano la seguridad en la buena fe de quienes los inician y terminan.
Hace unos días asistimos a la proyección de un documental sobre la aventura denominada desafío al Annapurna de unas cuantas mujeres valientes, operadas de cáncer de mama, que con el apoyo de un equipo profesional en una compleja variedad de saberes, decidieron dar ejemplo de superación haciendo un recorrido de  trescientos kilómetros en montain bike a una altura superior a cuatro mil metros de altitud. Me encantan las locas valerosas que aceptan retos imposibles para dar ánimos a otras que no tengan tanto valor. Y dicho lo dicho, desde mi perspectiva de loca de locura práctica, pienso que, una mujer salida de una enfermedad muy dura y un tratamiento aún más duro, y con en la mayoría de los casos un entorno afectivo, también con sus miedos y sus exigencias, no sería mejor animarla a fortalecer su cuerpo y su ánimo sin tanta carga física? Quizás esto se me ocurre a mí porque caminar a paso no muy ligero, por un camino llano y de asfalto, ya me parece una aventura de riesgo. En fin, todos miramos la vida desde nuestra óptica. 
Y mirando desde mi óptica y mi ética, me llega la noticia de una campeona paralímpica que ha decidido que lleva sufrido bastante, y ha pedido y logrado morir por medio de una eutanasia legal. A mí esto me produce un enorme cargo de conciencia. Tenemos derecho a esperar colaboración externa para poner fin a nuestra vida? Desde mi punto de vista no. Nuestra vida es nuestra y si queremos ponerle fin, allá nosotras.  Morir, por muy impedida que esté una persona, es posible, basta con dejar de respirar unos minutos; será difícil, pero posible, y nos iremos con la conciencia de no haber cargado sobre conciencia ajena nuestra muerte.
Y hablando de muertos. Los muertos, muertos están, y un puñado de huesos, sean de quien sean, no son más que una cantidad ínfima de calcio y otras cosas, que en fin de cuentas, pueden ser abono para la tierra. Y todo lo demás son zarandajas de los vivos.
Deseo de todo corazón que, dentro de siete días, si sigo viva, me dé otra ventolera diferente, para alegría de quienes tengan la tentación de leerme.

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