OTRA VEZ SÁBADO


OTRA VEZ SÁBADO

Hoy es otra vez sábado, pero no es mi sábado. Casi estoy por no amargárselo a nadie más, total para lo que se me ocurre, mejor me lo reservo. Además de sábado es treinta de noviembre, san Andrés, onomástica de uno de los hombres de mi vida que ya no está, así que mi primer pensamiento de esta mañana lo he dedicado a su recuerdo, sin lágrimas, pero con mucha nostalgia. Y una vez dispuesta a enfrentar el día, con lo primero que me tropiezo es con la locura total de esta Humanidad de la  que formo parte. Los medios de comunicación, motor de propagación de la locura, me ponen ante los ojos tres personas locas, en distintas partes del mapa haciendo lo mismo, Londres, La Haya y aquí al ladito en la comisaría de Vélez. Las manifestaciones masivas a favor y en contra del consumismo, de la desforestación, del envenenamiento del mar, del maltrato animal, del uso y el abuso de productos tóxicos, de la gobernación de determinada forma de los pueblos, en fin, y para no seguir cansando, todo se reduce a juntarnos en grupos, casi siempre numerosos, detrás de una pancarta, a veces con un megáfono, y hacer ver que estamos a favor o en contra de lo que quiera que sea. Casi nadie se plantea seriamente qué nos toca hacer o no hacer, a nivel individual, sin aspavientos extemporáneos en la mayoría de las veces, al respecto de las proclamas en grupo. Si nos valoramos como entes reformadores empecemos por nuestra persona y seamos ejemplo, que no mucha gente nos seguirá, pero quién sabe, y si no, aceptemos lo que nos está tocando, eso sí, si no es lo que queremos, sin resignación. Y posiblemente dentro de siete días, que será otra vez sábado, puede que resulte un gran sábado.

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