AMANTE DE MEDIO PELO
La tarde de aquel día, gris, medio mojado y aburrido,
entró en trance de muerte y no se dio ni cuenta
que se estaba muriendo. Hizo ese gorgorito extraño
que hacen los que agonizan. Como por alargar un poco
la vida que se le
iba, estiró encima de los montes lejanos,
un rayo de su luz
que agonizaba, tan gris y tan medio mojada
como el resto del día, y se rindió por fin y en su
fracaso
le dio paso a la noche, que llegaba con prisa.
Yo desde la ventana me puse a llorar como una tonta
y sin saber por qué, te me viniste a la memoria,
con tu paso desangelado, gris y agonizante por la vida,
por tu vida que la arrastrabas como el que arrastra una
condena,
y entraste en la mía, con tu paso cansino a dejar un
equipaje
que no pesaba nada, pues nada contenía.
Después me sequé las lágrimas y agradecí a la noche
y su bendita oscuridad librarme del dolor de aquella
tarde muerta
y su fealdad, y con su ayuda arrugué tu recuerdo,
lo hice una bolilla y lo mandé al limbo de las penas.
CONCHA BELMONTE, marzo de 2.020
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