LA PESADILLA

 

 

 

Igual que un agua fluye tranquila

 de un oculto venero entre dos piedras,

fluye la sangre que mana de mi herida,

tibia, y espesa, ausente de la carne que alimenta

tan mal alimentada que se cae de bruces.

Se transparenta como la triste túnica

de una muerte que vino a morir sola

al pie de una reja oxidada y el moho que la cubre.

Y  la herida se cierra poco a poco y deja de sangrar,

se va recuperando y vuelve mi carne a su color,

a dar calor a la vida que sostiene mi cuerpo.

 

El dolor del cuerpo reproduce en el sueño

lo que padece el alma cuando vive intranquila.

Me despierto, fin de la pesadilla, me voy a la cocina,

me tomo mi café y empieza un nuevo día

igual que todos los demás,

y como en un tío vivo la rueda gira

para empezar de nuevo.

 

CONCHA BELMONTE

    octubre de 2.021

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