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Mostrando entradas de febrero, 2023

CRUZANDO LA VIDA

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     Cruzando la vida, quizá cuando menos lo espere me cruce contigo y hagamos un poco de historia de mi vida o la tuya, o tal vez de la tuya conmigo. Y nos separemos pensando: he contribuido a poner un granito pequeño de arena en aquella duna que hace el olvido. O quién sabe, también es probable que no nos digamos adiós, si no que juntando las manos unidos por el sentimiento agradable de haber encontrado un amigo, caminemos juntos un nuevo camino.            CONCHA BELMONTE        febrero de 2.015

HOY ES DOMINGO

  Domingo por la mañana, sin ganas de ver lo que puedo encontrarme, me asomo a la ventana del mundo por aquello de querer encontrarme con algo que me dé pie para hacerme una reflexión, y poderla compartir desde esta ventanita con mis posibles personas leedoras de mis humildes, y a veces, descolocadas reflexiones. Pues no, así que le doy un portazo a mi ventana al mundo con toda mi fuerza que tampoco es gran cosa. Me miro hacia dentro buscando inspiración, y me tropiezo con santa Teresa de Ávila, patrona de muchos patronazgos, entre otros el de los escribidores; pues ahí le vamos. Fue una mujer de cuerpo débil y alma fuerte, pero qué fortaleza, por plantar cara, se la plantó hasta a la Inquisición, que ya hay que ser fuerte en su época para plantarle cara a la “Santa Inquisición” gobernada lógicamente por “santos varones”, y les ganó de largo, al final la nombraron Drª de la Iglesia, y en nuestra memoria sigue. Frente a su importante obra poética hay que resaltar su inmejorable obra...

A LA DERIVA

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   Llevo largo tiempo flotando a la deriva. Por suerte, este mar que me mueve casi siempre es sereno. Aunque a veces se encrespa y levanta sus olas que me dejan desecha, con el cuerpo arañado y tundido y con el alma rota.   Y no sé ni el nombre del mar que me mueve, sólo sé que es tibio, que acuna mi sueño cuando me amodorro, y cuando despierto y él está sereno, me besan sus aguas con un leve beso que sabe a salitre, y cierro los ojos y vuelvo a dormirme.   Y no me pregunto si estoy viva o muerta, para qué preguntas, para qué respuestas, tengo yo poder de hacer que esto cambie? de qué ha de servir lo que yo responda? si el grande es el mar que mueve las olas, y hasta puede ser que él tampoco sepa.              CONCHA BELMONTE                junio de 2.018

MADRE PRIMERIZA

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    Mi niña recién nacida clava por primera vez en mis ojos su mirada y en sus labios se dibuja un   asomo de sonrisa   y tocando su mejilla me florecen en las manos ramos de jazmín y lilas. El corazón se me encoge de amor y miedo pensando   qué reservará la vida a este pedazo de mí que mi corazón conoce,   que ya no me pertenece y quiero más que a mí misma.            CONCHA BELMONTE             febrero de 2.019  

ECOGRAFÍA DE ALTA RESOLUCIÓN

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    niña desde el vientre de su madre guardada, como un tesoro vivo, espera el momento que la traiga a formar parte del baile que presagia el tambor del corazón materno.   Y al ritmo del dulce golpeteo se acomoda y gira, y acaricia las entrañas que le sirven de cobijo, dejándose mecer en el agua materna como promesa de una cuna soñada.   Presentida cálida como los brazos donde espera que su madre la arrulle. Y entretanto, el sonido cadencioso la mantiene unida a otra vida que también es la suya por ahora.   Y guardada en este nido sagrado sueña aventuras de océanos y selvas y se revuelve agitando sus brazos. Pero escucha de nuevo el tan-tan de este corazón que le da garantía de encontrarse segura y protegida, se duerme confiada y sueña con paraísos de amor y cielos estrellados.       CONCHA BELMONTE         mayo de 2.004  

AMANECER EN MATALASCAÑAS

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   Amanece con grises perlados en toda su gama, el mar es de plata y el cielo de nácar, con nubes ligeras, como tenues gasas. Y entre el mar y el cielo, una fina franja de un rubor rosado que anuncia que el sol está cerca. El aire se llena de aroma a marisma, y por un instante, la paz y la gloria señorean la tierra. Un pequeño arco de fuego se asoma del borde del agua en el horizonte, subiendo despacio hacia el cielo, hasta que se hace círculo de fuego que alumbra y calienta, como cada día, todo lo que alienta abajo en el suelo. Y el alma se expande,   y el aire parece mucho más ligero.        CONCHA BELMONTE         febrero de 2.009