Como la flor que se abre en primavera me abrí a tu amor como la flor al sol, igual que  así como el sol quema la flor me quemé en amor y ardí en tu hoguera.   Unidos  hasta que este amor se muera tú como el sol, y yo como la flor, he querido vivir un gran amor y sé que cada flor, sólo una  primavera.   El sol siempre sigue su camino sin reparar qué va dejando atrás, tú como el sol, nunca miras qué dejas.   Y no cambio por nada mi destino, ni me arrepiento de dejarme abrasar muriendo como flor que abrasa el sol.                  CONCHA BELMONTE                    abril de 2.018  

     De un solo golpe tronchaste mis ilusiones primeras y sin vida las dejaste sin compasión lastimera.   En la noche sobre la una triste, sola y desvelada para taparme la luna llegó una mano malvada   que sin compasión ninguna me dejó en la oscuridad de la noche más oscura que dará la Eternidad.   Y yo inocente de mí aquí me encuentro parada por si decides venir y me sienta rescatada   de la noche y del dolor de tu desamor y ausencia de no tener el calor que enfría tu indiferencia.   Pues que te perdone Dios y yo aprenda a perdonarte con la ayuda del Señor que perdonar es un Arte.     CONCHA BELMONTE        agosto de 2.021

   Cada mañana, vivo en soledad mi amanecida y sola me rescato de la noche; y sola, miro de frente el nuevo día. Paseo por mis recuerdos como por una calle conocida y sólo a mi capricho, mezclo recuerdos y futuro; y sin saber por qué, siento que no estoy sola y siento que soy rica; y como un viejo avaro recuento mis tesoros. Tengo, para mí sola, dulces recuerdos que lucen como gemas amarillas, suaves, mullidos, que viajan y acarician; y nubes en el cielo, que como al escondite, juguetonas me dejan el azul al descubierto; y presente el enigma verde-azul de aquellos ojos que marcaron mi vida. Y dos blancas palomas que se arrullan al borde del alero; mientras abajo, a ras del suelo hay,   pienso que sólo para que yo los mire, niños de mirada inocente, que juegan confiados el juego de la vida y me están regalando con sus risas el oro pálido de su ingenua alegría. Y un árbol bajo mi ventana que tiene hermosa sombra y tiernas ra...

  No sé qué es lo que me está matando pero sé que me parte en dos, que me corroe los recuerdos, lo más valioso que me queda. Y que cuando quiera compartir algo con tu memoria, no te voy a encontrar; por mucho que te busque, mis sueños para entonces, se habrán quedado definitivamente sin ti, sin ti conmigo, sin ti   contigo mismo. Y ya nunca, por mucho que lo intente, voy a escuchar tu voz saliendo de otra boca, ni tus pasos resonarán en otros pasos, ni habrá nadie que te preste sus manos para que me acaricien. Y me pondré tan triste que llamaré a la muerte y tampoco la muerte va a querer ayudarme. Nada, nada va a repetirse, nada, y no es que pida mucho; sólo que vengas y en silencio te recuestes a mi lado, que tu brazo le permita a tu mano apartarme ese mechón rebelde que sólo me cubre un ojo, y si quieres, me cuentes un cuento que a los dos nos haga sonreír. Y por último, oír esa respiración tuya que empieza a acompasarse con ...

    Hace ya tanto tiempo que apenas   lo recuerdo como si fuera un sueño, como algo que me hubieran contado. Pero me pasó a mí, estoy segura. Hay cosas que a veces recordamos como algo leído o entrevisto, pasajes de una historia que llegan a retazos. Y por entre las ensoñaciones me paro y pienso: un hecho, un suceso puede venir de fuera, una puesta de sol te la pueden contar, pero el roce caliente de tu piel en la mía, esa mirada tuya traspasando mi alma, y ascender más allá de las nubes,   en   el cielo hasta mí, infinita, infinita…. por en medio del tiempo detenido, nadie me lo ha contado,   nadie, me pasó, estoy segura que la tuve.                 CONCHA BELMONTE                abril de 2.015

    Ven, no tengas miedo amor y vamos a soñar que podemos soñarlo. Puedes venir a rescatarme; es de noche, estoy sola y te espero. Nos cubrirá el silencio, ese misterio cómplice, que a veces se alía con los amantes emboscados en la niebla nocturna de lo prohibido, en el secreto de un encuentro que nunca vamos a revelar al mundo. Porque aunque somos libres, no dejaremos que se nos usurpe el placer de trasgredir las reglas. Y para eso, aun teniéndote voy a soñar que te tengo. Tú llegarás soñando que podrás llegar, y los dos cuando nos abracemos soñaremos que podemos soñarnos.           CONCHA BELMONTE           octubre de 2.014    

  Llegó la primavera y es una gloria mirar el huerto, la barda del rosal, la enredadera, y el jazmín, y un poco más al centro el azahar del limonero con su cosecha todo el año de limones y flores. El almendro ha perdido las flores, mientras el aire llena del tierno verde de sus hojas mecidas por la brisa, y en los bancales las patatas y sus humildes florecillas, son la promesa firme que por debajo de la tierra nos darán alimento. Y cuadro a cuadro los bancales pequeños, ofrecen sus lechugas, airosas levantadas las hojas de la acelga, cardos con hojas espinosas y tierno corazón, promesas de pepinos, matas de calabazas cuajadas de sus preciosas flores amarillas, repollos, coliflores, y entre las hojas de las alcachofas, los caracoles dejan un surco de su baba. Todo es armonía, paz y belleza, y una mujer feliz aunque cansada, mira hacia el cielo en acción de gracias, se apoya blandamente sobre la azada y sus labios van desgranando un rezo.   ...

      Quiero verme contigo en un rincón oculto, huir de miradas extrañas que espían y juzgan, quiero amarte en secreto lejos del mundo, que el mundo nunca sepa lo que sentimos, que su curiosidad no nos confunda, disponer los dos del tiempo detenido, convertir este amor en algo tan profundo,   que sólo los ojos expresen la palabra; hermoso es el encuentro dónde podemos entendernos tan sólo con la   mirada, dónde jamás dejemos tener cabida a miradas ajenas, sólo las nuestras. Y nuestros ojos sean los dueños absolutos de hacer luz y palabra con la mirada.   Aun sabiendo los dos que esto no será eterno, lo queremos secreto y es nuestro mundo y sólo de nosotros dependerá lo que dure esta historia y cuándo ha de acabar. Buscaremos en nuestras almas llenas de amor el lugar más querido y más oculto para que sea una historia bella y de dos.         CONCHA BELMONTE     ...

      Los besos que salen de tu boca como ríos de fuego me convierten en estatua de sal y clavada me dejan allá arriba,   En un extraño cielo. Lo mismo que la mujer de Lot, cuando   quiso saber de qué iba aquel macabro juego y se volvió para mirar de frente   cómo era la cólera de Dios.   Sé que si bajo de ese extraño cielo apretando los ojos para no mirar arderé como una brasa en ese fuego y me disolveré como frágil figurilla de sal.           CONCHA BELMONTE        septiembre de 2.015  

  Delicada y pequeña, como una flor humilde me llega tu ternura; y aunque quiero tenerla tu alma se me escapa.   Para volar airosa, voluntaria y desnuda hacia otras latitudes, dónde no se me alcanza cómo tener tu mano apresada en la mía.   Y cuando creo besarte sólo beso tu sombra, subiéndome a la boca el sabor agridulce de la melancolía.   CONCHA BELMONTE   noviembre de 2.007

        El día se está acabando y aquí a mi lado tu cuerpo se acompasa para respirar juntos. Con los ojos cerrados y las manos cogidas soñamos el futuro. Como si viéramos la bola de cristal de color irisado en la cueva de un brujo. La brisa vespertina sopla melancolía en los colores del ocaso.   De tu mano y la mía dulcemente apretadas,   brotan rayos de luz dejando que fluya la armonía y te ofrezco mi boca que besará tus párpados. Tus manos se estremecen sujetas a las mías.     CONCHA BELMONTE        enero de 2.019

  Mi alma y mi cuerpo calcinado sólo en ti se acomodan y se unen, me dejo arrebatar por esa pasión loca que inyectas en mi sangre. Y tu fuerza y no la mía, me sugiere palabras que dicen tantas cosas que llegan a dar miedo. Como una autómata voy desgranando ciega lo que me vas dictando, sin meditar siquiera si lo que digo yo, es lo que quiero, o lo que quiere mi naturaleza, en la que mandas tú: Poesía.           CONCHA BELMONTE           marzo de 2.018    

    Si he de morirme hoy que sea frente al mar. El mar siempre me habló de paz y de energía, siempre me aseguró que, con paciencia, podría conocer un nuevo día y que un día que empieza es la oportunidad para escribir la historia que exija mi exigencia.   Y mi pobre exigencia exige cada día que cuando yo me muera, sea cuando sea, da igual hoy, que mañana, cuando el Destino diga, con humildad le pido que sea frente al mar.       CONCHA BELMONTE        febrero de 2.018

      Recordando a José Ángel Buesa   A mitad de tu estío has llegado a mi invierno ofreciendo que me darás calor. No es que no quiera amarte, es que no puede ser. Me encuentro ya de vuelta de ese camino que quieres emprender. No lo hagas conmigo, aspira a algo más, que el agua dulce de tu río se hará amarga y salobre si llegas a mi mar. Tienes toda la vida por delante, en mí no la malgastes. No es que no quiera amarte es que no puede ser. Y no es que sea cobarde, lo hago por tu bien. Y así, cuando lejos de mí vuelvas a ser feliz, me diré satisfecha, que esa dicha que tengas, un pedacito yo te lo regalé. No es que no quise amarte, es que no pudo ser.      CONCHA BELMONTE          agosto de 2.019  

      Sólo pido a los dioses otra primavera. Por si el verano me quema con sus ardores y mis hojas marchitas se dejan aventar por los vientos de otoño, y ya sin hojas, me alcanzaran los fríos del invierno congelando mis sueños. Otra primavera, oh dioses, dadme otra primavera, que pueda contemplar de nuevo su mirada y moriré feliz, sin una queja.         CONCHA BELMONTE          junio de 2.017  

    El día que yo me muera el mar me echará de menos, soy su mejor pregonera por lo mucho que lo quiero.   Yo me siento en una roca y contemplo el mar sereno y él cuando se alborota a gotas me manda besos,   y si me tumbo en la arena cuando el sol lanza su fuego me levanto y su agua fresca me acaricia como un juego.   Al mar nunca digo no él me quiere, yo lo quiero, por eso entre el mar y yo, lo demás es lo de menos.   Mientras que yo tenga vida no lo voy a traicionar en mi piel llevo adherida el regusto de su sal.   Por eso y por mucho más. el día que yo me muera, el mar me echará de menos.   CONCHA BELMONTE      octubre de 2.021

Alguien que no soy yo, alguien que no eres tú, está haciendo ruido a mi alrededor y por desencantada no espero ni a la muerte. Me voy hacia el espejo para mirarme en él y en él me miro. Cierro los ojos por no ver mi reflejo. con los ojos cerrados tengo como un aviso y creo estar segura de que este ruido viene del otro lado del espejo.            CONCHA BELMONTE                marzo de 2.018  

      Esta noche sin ti me muero de tu muerte, esta noche sin ti, el mar que es mi consuelo, me mira con   amor, y me besa de espuma, me abraza con sus brazos de agua y me invita a su cama de arena, para darme el alivio de mi muerte sin ti. Mientras lava mi llanto, me acaricia despacio, su rumor a mi   oído susurra que si me quedo suya me cuidará amoroso en su regazo, me mecerá para tender el puente que te devuelva a mí   para siempre, y seremos un trío de este amor insensato que es puro desvarío.        CONCHA BELMONTE          junio de 2.023

    El mar es mi paisaje y frente a él recuesto este cuerpo cansado de correr y esperar que esa loca carrera que empezaste hace ya tanto tiempo y aún no sabes qué es lo que andas buscando para pararte.   Pero sigues corriendo con el disfraz dispuesto, disfraz que sólo a ti te engaña. El   dolor de mirarte camuflado en Tenorio, y te mueres de miedo dentro del personaje, y vas de bar en bar, de whisky en ron, y de coñac en ginebra.   Hundida la cabeza en el humo de una borrachera que nada arregla y cuando se disipa, vuelta a empezar. Y en eso estamos. Lo tuyo fue en un tiempo el correr como loco detrás de sueños locos, el venir a mis brazos para abrigar tus miedos,   el reír como un niño al saber a tus miedos a salvo, el seguir engañándote tú, el creer que me engañas, el empezar de cero cada mañana, sabiendo que mañana todo seguirá igual, que no tienes remedio, y yo sigo esperando con   el mar como consuelo...

    El amor casi nunca se muere de repente, al amor lo va matando la rutina, la falta de alimento que lo mantenga vivo, esa sed que lo invade y que no tiene cura, la inferencia, el silencio taimado si no suena su música para bailarla, pequeñas ataduras que nada atan, un callejón oscuro más negro que la noche, una pequeña piedra en su camino, y pide cuentas que no le dan.   Y al no tener respuesta de su agonía,   el amor se reseca, languidece, se va por los tristes rincones de una vida que imaginaba eterna y resplandeciente y le pide al Destino que sea clemente y que ese motor que lo mantuvo en marcha deje de funcionar y por fin todo acabe. Y para su casero, en recuerdo del tiempo que han compartido, le suplica al Destino, él que es Amor, generoso le dé el Olvido.       CONCHA BELMONTE       octubre de 2.021

  Estas manos son las manos que han dado y tomado amor, y que siempre que han podido consolaron afligidos para aliviar su dolor. Estas manos son las manos por las que pasó la vida, que acariciaron hermanos y aunque el errar es de humanos, supieron cerrar heridas. Estas manos son las manos que yo levantaba al sol a ver traslucir su sangre, y hoy parecen sólo alambre retorcidas de dolor.   CONCHA BELMONTE       marzo de 2.009